Desde un primer momento los objetos que utiliza el ser humano para producir sonido se los presta la naturaleza. Con semillas, hierbas, hojas y piedras inventa los primeros instrumentos musicales, como el cascabullo de bellota, las piedras de río, el trompetón de calabaza, la silbadera o la hoja de lírio.

Posteriormente, con más objetos sacados de la naturaleza, pero con cierta transformación, comienza a fabricar instrumentos de música, como flautas, dulzainas de ganadero, castañuelas y tamboriles. También es preciso destacar la adaptación por el hombre de ciertas herramientas y objetos de cocina; tal es el caso de almireces y morteros, sartenes, cucharas y botellas.

Los instrumentos más emblemáticos y a su vez más difundidos son la flauta de tres agujeros —denominada gaita salamanquina—, que toca el tamborilero o tamborino con una sola mano, para con la otra acompañarse con otro instrumento de percusión que es el tamboril o tamborín. La figura del tamborilero es indispensable en cualquier fiesta tradicional para actuar no sólo como músico, sino además ejercer de maestro de ceremonia con su amplísimo repertorio.
El abanico de instrumentos tradicionales es amplísimo, pero no podemos menos que citar, por su singularidad, el pandero cuadrado de Peñaparda, que tañen casi todas las mujeres de aquella localidad de El Rebollar.

O instrumentos enormemente primitivos como la gaita de hueso de ala de buitre, la flauta de cuerno de cabra, la dulzaina de ganadero, el trompetón de calabaza, la silbadera o la cascabulla de bellota.