Población chacinera, de origen industrial, con sus calles de grandes edificios, hasta un centenar de ellos dedicados al rico embutido.

Tiene Candelario por esto su lugar en el repertorio castellano de dichos didácticos, y así se dice que en este pueblo atan los perros con longaniza.

La población está declarada conjunto histórico artístico. Las calles principales van subiendo la ladera, con regaderas por donde baja el agua de la sierra.

Esto de no dejar pasar a los perros debió ser una de las misiones de las batipuertas, ese elemento que antecede a la puerta, ocupando casi la mitad de su luz. Servían también para cerrar el paso a la nieve y para amparar al puntillero de los novillos, que se ataban antiguamente al morrón o gancho de las fachadas.

Tiene esta arquitectura caracteres análogos a los de la Sierra de Francia, aunque la parte alta difiere notablemente: su misión principal era el curado de la matanza.

Que Candelario está bien encaramado lo probará el visitante remontando las calles. A un altozano se asoma la iglesia parroquial, construida a principios del s. XVII sobre un templo anterior del s. XIV. Entre otros valores, conserva un magnífico artesonado y el hermoso retablo de los Santos Mártires.

La ermita del Cristo del Refugio es también un punto esencial de Candelario, acogiendo una imagen muy venerada en la villa.

 

 

volver